Home

Opinión

Artículo

Claudia Varela, columnista

Opinión

Cómo hacemos

Lo que quiero generar hoy es una reflexión sobre el manejo que le estamos dando a los conceptos de inclusión y de discriminación.

Claudia Varela
17 de marzo de 2024

Pensando en los conceptos de discriminación e inclusión, creo que a veces nos estamos pasando al lado opuesto y eso termina siendo muy peligroso. El respeto a la autoridad se vuelve inexistente y el miedo de profesores, jefes, incluso padres y hasta fuerzas militares a acusaciones extremas de discriminación y maltrato hacen que no haya acciones de corrección.

Lo que quiero generar hoy es una reflexión sobre el manejo que le estamos dando a los conceptos de inclusión y de discriminación. Por supuesto, estoy en total desacuerdo con el acoso, con el maltrato, con la segregación, con el exceso de privilegios mal usados en manos de pocos y en las increíbles brechas de pobreza e inequidad.

Sin embargo, no podemos hacer el uso que se nos dé la gana de estos conceptos porque el futuro que nos espera como sociedad es realmente patético si nunca podemos corregir a nadie porque podemos meternos en un problema mayor.

Sin ser terca y quedarme en los tiempos de los abuelos, extraño cosas de los años ochenta y noventa, donde si bien la vida no era más fácil, había algunos valores que nos obligaban a respetar a los mayores, a entender que las cosas se trabajan, que la disciplina es importante y que si tienes derechos también tienes deberes. No quiero viajar en el tiempo porque hoy tenemos la felicidad de internet, de la virtualidad, de la inteligencia artificial (aquí tengo mis dudas) de la comunicación inmediata y del acceso a educación que es mucho más amplio que en aquellas épocas.

Volviendo entonces aquí y ahora les cuento desde mi perspectiva qué es un mal uso de un concepto que no puede ser moda, que más bien debe ser la forma correcta de generar armonía en la sociedad. Esto es lo que he visto que no podemos normalizar;

  • Evitar hacer correcciones de malas actitudes o mal desempeño por miedo a acciones legales, quejas o a “quedar mal”
  • Ampararse bajo la sombrilla de la discriminación para no dar el mismo ritmo de trabajo que otros
  • Contratar a minorías solo por cumplir en imagen y reputación sin generar garantías hacia adentro
  • Tener mayorías femeninas evidentes y empezar a desplazar y excluir a los hombres
  • Apalancarse sobre la propia orientación sexual para ganar privilegios y a la vez discriminar a los que no son “como yo”
  • Proclamarse líder de la diversidad cuando no se paga bien a los empleados en casa (por ejemplo)
  • Meterse como padres, en los colegios de los hijos, a amenazar con demandas si el muchachito propio es corregido por su malcriadez
  • Pensar que me tienen que aguantar como soy (así me lleve a los demás por delante) porque si no me están discriminando

Estas son solo algunas de las ideas que quiero dejar hoy para que pensemos de una manera más humanista. Tendemos a polarizar y a ser extremos con todas las ideologías y creencias y al final no nos estamos dando el espacio para entendernos como seres humanos.

Busquemos acuerdos que nos dejen vivir más tranquilos, soltar todo ese control y ese afán por el reconocimiento del éxito. Solo tratemos de ser más humanistas con un poco más de empatía hacia los demás, pero pensando que si queremos que nos entiendan y acepten también debemos entender y aceptar.

No tengamos más discursos moralistas criticando. Extraño definitivamente cuando se podía dar un regaño y eso servía para construir, cuando la gente ganaba también por méritos, cuando se respetaban la autoridad y las canas. No hay viejos, no hay diferencias de color. Hay diversidad de humanos en una sociedad que cada vez más vive del ego. Amo a la gente joven, pero quiero vivir con más amor y menos etiquetas. ¿Cómo hacemos?

Noticias Destacadas